Como todos los felinos, los linces tienen una visión muy sensible con poca luz y una detección de movimientos muy precisa. El olfato es potente, pero sólo lo utilizan para la comunicación intraespecífica (marcar el territorio por ejemplo) y nunca para cazar, como ocurre con los cánidos. Las vibrisas, a menudo llamadas «bigotes», se encuentran en el hocico, encima de los ojos, en las mejillas y en las patas: como en todos los felinos, son un órgano táctil muy sensible. Los linces no reaccionan a la hierba gatera en cautividad, pero se sienten atraídos por su olor en libertad.
Pueden nadar cuando lo necesitan y son excelentes saltadores y escaladores, gracias a que sus extremidades traseras están especialmente bien adaptadas para saltar. Los linces cautivos, por ejemplo, han escapado saltando por encima de tres a cuatro metros. Como todos los felinos, los linces son muy malos corredores de larga distancia. Esta baja resistencia puede estar correlacionada con el pequeño tamaño del corazón: el peso del corazón de un lince representa sólo entre el 3,4 y el 6,4% de su masa total. En comparación, esta proporción es del 0,43% en los humanos. Los linces utilizan tres andares: el paso, que es el andar más utilizado, el trote y el rebote
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