Esta frase encierra una profunda verdad sobre la lucha interna que todos enfrentamos. Aristóteles, con su sabiduría filosófica, destaca que el mayor desafío no está en vencer a los demás, sino en dominar nuestras propias pasiones, miedos, impulsos y debilidades. Controlar el orgullo, la ira, la pereza o el deseo desmedido es una batalla constante que requiere fuerza de voluntad, autoconocimiento y disciplina.

A diferencia de una victoria externa —que puede depender de circunstancias, estrategias o incluso suerte— la victoria sobre uno mismo es completamente interna y permanente. Es el tipo de triunfo que nos transforma, que nos vuelve más sabios, más libres y más humanos. En este sentido, la verdadera grandeza no está en conquistar el mundo, sino en conquistarse a uno mismo.

Por Carol

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