La vida es como un café: a veces es amargo, otras veces muy dulce, y muchas veces se derrama cuando menos lo esperas. Pero lo importante no es lo que le pongas al café, sino con quién lo compartas. A veces buscamos el café perfecto, sin darnos cuenta de que la taza más cómoda para disfrutarlo es la que ya tenemos, aunque esté un poquito rota. ¡Es como las personas! Nadie es perfecto, pero con el toque adecuado de risas y algo de azúcar, todo mejora.

Así que, si alguna vez te caes del sofá o de tu propia silla de oficina mientras revisas la última actualización de tus amigos en las redes, recuerda: el equilibrio no está en no caerse, sino en saber reírte del espectáculo. Y si el café se derrama, pues… ¡también es un buen momento para hacer un break y pedir otro!

La clave de todo esto es: ¡no tomarse tan en serio! Al final, la vida es demasiado corta para no reírte de las pequeñas caídas, los errores y esas situaciones incómodas. Porque, como decía un gran filósofo contemporáneo… «Si no te ríes de tus propios chistes, al menos asegúrate de que los demás lo hagan.»

Por Carol

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